La Revista del Cervantes - una extensa discusión de género
- lauraragucci
- 26 jul
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Actualizado: 29 jul
El teatro es un arte milenario, que convoca audiencias diversas en todo el globo. Si bien todos conocemos las piezas clásicas del teatro griego y romano, cabe destacar que, en casi todas las culturas de la antigüedad, se describen espectáculos similares, cuya función trasciende el culto a los dioses. Estos espectáculos siguen generalmente dos vertientes, una más seria, que busca transmitir, de generación en generación, valores y mitos fundacionales y otra más popular, cuyo principal propósito es entretener.
La tragedia y la comedia, los dos géneros descriptos por Aristóteles en la poética, siempre han sido muy prestigiosos y siguen vigentes hasta nuestros días. La sátira, combinación de ambos, ha ido trasmutando y dando lugar a varios subgéneros, algunos de los cuales no han sido tan bien recibidos. Tal es el caso de la revista, una forma de comedia musical, surgida a fines del siglo XIX en España. Sobre este eje pivota la obra completa.
El águila bicéfala que engalana la fachada del Teatro Nacional Cervantes desciende al escenario y da comienzo a la obra, planteando sus dudas sobre los méritos de la revista como manifestación cultural. Ambas cabezas, la tragedia y la comedia, presentan uno tras otro, en forma rimada, todos y cada uno de los prejuicios enarbolados habitualmente contra el género revisteril. Así planteado el debate, desde una virtual censura inicial, da comienzo el espectáculo.
Tradicionalmente la revista se concibe como un conjunto de cuadros individuales, que se engarzan por su propia lógica y no siguiendo una trama. De allí que también se la denominara Teatro por horas o Teatro por secciones. En este caso, luego de un breve interludio entre dos de los últimos grandes capocomicos de la calle Corrientes, Tato Bores y Enrique Pinti, se enuncia que el propósito del espectáculo será redimir a la revista, para que sea reconocida como el gran género que es, subvirtiendo así su esencia.
Los vestuarios son fastuosos y la escenografía interesante, cargada de lindos detalles y proyecciones lumínicas impactantes, que aportan a la escena. La caracterización de Tato Bores, realizada por Marco Antonio Caponi, es brillante y opaca a la figura de Pinti. Si bien Sebastián Suñé logra imitar la voz y el modo de hablar de el muy verborrágico Pinti casi a la perfección, no logra emular su gestualidad. Las coreografías son variadas e interesantes, especialmente el cuadro final, que recrea la época más fastuosa de la Revista, con sus excesivas plumas y brillos.
A lo largo de dos horas, se despliegan cuadros muy variados, que buscan trazar un recorrido por los hitos de la comedia porteña. Algunos momentos, lamentablemente, hacen abuso de ciertos clichés como la violencia contra las mujeres, las diferencias sociales y los hombres travestidos. La iluminación en los sketsh dialogados es pobre y remite más a los cuadros del grotesco argentino, que a la revista. Sin embargo muchos de ellos resultan memorables. El monólogo de Tato frente a los teléfonos es desopilante, totalmente fiel a su estilo y brillante por su capacidad de síntesis de los últimos años de la historia nacional. Destacan el homenaje a la Bozán, encarnada magistralmente por Alejandra Radano, a quien presentan cantando un tango de Discepolo y el número de tap, emulando a la Minelli, donde una muy entonada Jessica Abouchain alza su voz contra Wall Street. La orquesta hace un trabajo fabuloso en todo momento.
La obra hace honor a los espectáculos de revista que se popularizaron a partir de los años 20, siendo el teatro El Nacional su principal bastión. El humor es sexual, pero no grosero. Si bien hay momentos muy gráficos, el despliegue de sutilezas y el doble sentido sobresalen en todo momento. Se trata de un espectáculo muy bien montado, es interesante y cumple con la función principal de la revista contemporánea: hacer que el espectador se ría de su propia realidad, mientras reflexiona sobre ella.
Ah, y por cierto - spoileralert - el Teatro Chico resulta totalmente reivindicado, sosteniendo una vez más que es un espectáculo capaz de atrapar a espectadores de todas las edades, amantes o ignorante del género. Y como bien afirman los propios actores en los primeros minutos, ya se había montado revista en el Cervantes, sin ir más lejos en 2021, con motivo de la celebración de su centenario. La comedia es peligrosa y La revista del Cervantes son dos claros ejemplos de que el género sigue vivo.

Ficha técnica
Autores: Alfredo Allende, Sebastián Borensztein, Juan Francisco Dasso, Marcela Guerty, Juanse Rausch (material adicional: Luis Bayón Herrera, Alberto Novión y Nemesio Trejo.
Dirección general y puesta en escena: Pablo Maritano
Intérpretes: Alejandra Radano, Carlos Casella, Marco Antonio Caponi, Sebastián Suñé, Mónica Antonópulos, Javier Marra, Fabián Minelli, Iride Mockart, Fran Andrade, Jerónimo Giocondo Bosia, Romina Groppo, Jessica Abouchain y María Rojí
Vestuario: María Emilia Tambutti, con Ana Clara Cavalieri, asistente, María Auzmendi, sombrerería, Galho Martins, vestuarista y Axel Caponi, máscaras. Con la colaboración del Teatro Colón de Buenos Aires y Pasional Tango Shoes
Escenografía: Andrea Mercado
Iluminación: Verónica Alcoba
Dirección musical: Fernando Albinarrate - Orquesta del Cervantes
Coreografía: Andrea Servera, directora, Ramiro Soñez y Candela Mosquera, asistentes, Florencia del Rivero, tap, con la Compañía Nacional de Danza Contemporánea
Diseño audiovisual: Juan Selva
Sala: María Guerrero - Teatro Nacional Cervantes
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