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La música del universo

El polvo cósmico, ese residuo de la primera gran explosión que dio origen a nuestro universo, flota todavía a nuestro alrededor, se adhiere a cada objeto, aún a los más impensados. Entre 5 y 300 toneladas de polvo cósmico caen a la Tierra cada día. Las partículas, empero, son invisibles al ojo humano. Guiado por esa idea, el artista plástico tucumano, Tomás Saraceno, imaginó una instalación inmersiva que permite captar el movimiento de esas partículas y convertirlo en la música del cosmos. Para hacerlo utiliza el dispositivo más sutil e improbable que se puede imaginar, la telaraña.  

En verdad, no se trata de una tela de araña, tejida por un arácnido singular, sino del trabajo conjunto de una colonia de arañas del norte argentino, compuesta por 6000 individuos, trabajando colaborativamente por un espacio de 6 meses en el mismísimo Museo de Arte Moderno. Las parawixia bistriata, vulgarmente conocidas como ñandutí, pueden tejer telas de hasta 15 metros de largo, superando en mucho a la media de otros arácnidos de la zona, y exhiben un trabajo social cooperativo. Así también trabajó Saraceno, quien lleva años interactuando con los departamentos de investigación y desarrollo de centros de alta tecnología, como el del MIT o el Max Planck, y convocó, para este proyecto, a dos aracnólogos y un camarógrafro del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, quienes lo asistieron, sobre todo en la primera fase del proyecto: la recolección de ejemplares. Para entrelazar los filamentos, las arañas esperan pacientemente a que una brisa las impulse a través del vacío. Este método, conocido como ballooning, nos hablan de la incidencia del azar en la arquitectura e interconexión de estos mundos de seda.

 

Las arañas ya no están, pero el fruto de su trabajo, las sutiles telas se exhiben en la gran sala del segundo piso, que se mantiene aislada por gruesos cortinados y en penumbra. Iluminadas con destreza, las telarañas que brillan en la oscuridad, como curiosas galaxias suspendidas, son apenas una de las materialidades que componen la obra. La otra somos nosotros mismos, los visitantes que recorremos la instalación y, con nuestro deambular, creamos corrientes de partículas de polvo. Al impactar sobre la tela de araña, que están conectadas a sensores, se generan curiosos sonidos que podrían describirse como la música del universo.

 

En el segundo subsuelo se exhibe una segunda instalación, la Orquesta Aracnocósmica, que permite entender con mayor claridad el proceso de producción de sonidos. Un haz de luz permite hacer visibles las partículas de polvo, su movimiento, los trazos que dibujan, sus distintas velocidades y tamaños. Más tecnológica, pero no por ello menos mágica, esta instalación descansa en el concepto de que cada partícula resuena en un tono diferente y cuando coaliciona con otras, ese tono se multiplica. Se entabla un diálogo entre los humanos – su respiración y movimiento – y los hilos de la telaraña que flota en el centro del recinto.

Este trabajo está íntimamente relacionado con Aerocene, las “ciudades-nubes”, una idea con la que Saraceno lleva décadas experimentando, en busca de nuevas maneras de vivir y desplazarse en la Tierra. Saraceno imagina esculturas que flotan libremente en la estratósfera, y pueden desplazarse apelando únicamente a las energías termodinámicas del Sol y la Tierra. Una idea seductora, en la que las corrientes de aire, los libres desplazamientos y la relación con el cosmos juegan un rol fundamental. “Una franja de Vía Láctea que brilla… cada comienzo es una nube de polvo… en resonancia cosmoacústica”- observa el artista.

 

Ficha técnica:

Obra: Cómo atrapar el universo en una telaraña

Características: Instalación site-specific

Autor: Tomás Saraceno

Ubicación: Museo de Arte Moderno – CABA

En exposición hasta el 27 de agosto de 2017

© 2019 hecho por Laura Ragucci

Todos los derechos reservados.

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