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Estudio Coral de Buenos Aires

Para los que seguimos la trayectoria de López Puccio, admirable músico y director del Coro Polifónico Nacional en sus mejores años (desde 2000 a 2003) y del asombroso Estudio Coral Buenos Aires, única agrupación coral independiente y no subvencionada de la Argentina, el 2019 ha sido un gran año. López Puccio se ha empecinado en enseñarnos a disfrutar de sus obsesiones y, a lo largo de sus casi 40 años de trayectoria, se podría decir que lo ha logrado. Cuando asistimos a un concierto del Estudio Coral sabemos que probablemente nos confrontaremos con los grandes maestros del siglo XX y quizás asistamos al estreno en nuestro país de alguna obra, hasta ese momento desconocida para nosotros.

Con el tiempo hemos llegado a entender su emoción ante los planos sonoros de György Ligeti, el compositor húngaro vanguardista, autor de obras en las que la música se construye a partir de estratos sonoros interdependientes. Gracias a su exhaustiva explicación de la técnica de la micropolifonía, algo así como una forma musical del puntillismo pictórico, disfrutamos de sensaciones melódicas aunque no hubiese melodía, ni ritmo en el sentido tradicional. Notable.

También hemos logrado habituar nuestro oído a las melodías de Poulenc, tan plenas de matices, las composiciones de Messiaien, ricas en trinos de aves y a los bellísimos neomadrigales de Petrassi. Aprendimos de diversos folklores. Mis predilectos a la fecha son: el eslovaco de la mano de las composiciones de Bartok; el delicioso Golpe Tocuyano del folklore venezolano y por supuesto las vidalas coplas y bagualas típicas de nuestro país.

Su último concierto en el teatro Colón nos ha develado la última de sus obsesiones. De entre los muchos compositores poswagnerianos, López Puccio ha decidido interiorizarnos en la obra de Richard Strauss. A menudo considerado un músico conservador, sólo reconocido por su talento para la orquestación, Strauss y su obra están siendo revaluados. Hoy se lo considera uno de los más grandes exponentes del romanticismo alemán, junto con Mahler. Fiel a su estilo, López Puccio no nos confrontó con alguna de sus doscientas lieder, sino nada menos que con un motette a 16 voces, que incluye un septeto solista. Una obra dificilísima, pero excitante.

Ansío ver qué nuevas obras se incorporarán al repertorio en esta nueva década, que recién principia. Seguramente serán magníficas.

Estudio Coral de Buenos Aires

El Miserere prohibido

Gregorio Allegri nació en Roma, en 1582 y dedicó su vida entera a dos grandes pasiones: la música y Dios. Cantó hasta los 14 años en el coro de San Luigi dei Francesi y, cuando su voz cambió de soprano a tenor, cantó en diversas catedrales. Con unos 45 años aprobó el examen de ingreso al Coro Papal, en el que permaneció hasta su muerte. 

Ordenado sacerdote, cantante y compositor, Allegri escribió varias piezas, todas de carácter sacro, entre las que se cuentan motetes, misas, lamentaciones y magnificats. Su composición más conocida es, sin embargo, el Miserere mei, Deus, que se toca en la Capilla Sixtina cada Pascua desde su composición en 1638.

Cuenta la leyenda que el Papa Urbano VIII quedó maravillado con la pieza y ordenó que la partitura no abandonase el Vaticano y sólo se ejecutase durante los oficios de Pascuas. 

El misterio se mantuvo durante 150 años, hasta que un muy joven Mozart, que visitaba el Vaticano el Miércoles Santo de 1769, tuvo oportunidad de escuchar el famoso Miserere. De vuelta en su alojamiento, y con sólo 14 años, Mozart escribió de memoria la partitura hasta en su más mínimo detalle. El Viernes Santo volvieron a asistir a la misa en la Capilla Sixtina y realizaron algunas correcciones menores. Mozart continuó luego su gira por Europa y entregó la partitura al Dr. Charles Burney dos años después. 

 El Miserere es una obra netamente renacentista, compuesta para dos coros, uno grande y otro pequeño, que cantan a capella. El coro de 4 voces canta una versión simple del tema original, mientras que el coro más grande canta un arreglo más elaborado. Ambos coros son acompañados por un coro gregoriano, que actúa como bajo contínuo. La pieza dura 12 minutos. Dado que los abellimenti no se escribían en la partitura, sino que se transmitían de un ejecutante a otro, se discute aún hoy si la versión de Mozart, que se ejecuta actualmente, es la misma que obsesionó al Papa Urbano VIII.

© 2019 hecho por Laura Ragucci

Todos los derechos reservados.

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