top of page

Irene Kopelman - Cuando falta la emoción

El término “estética” fue utilizado por el filósofo Alexander Baumgarten en 1735 para distinguir entre aquello que percibimos a través de la razón, los noeta, lo que percibimos a través de los sentidos, los aistheta. Según esta clasificación las artes son una ciencia del conocimiento sensitivo y se ubican por debajo de las ciencias lógicas.

El concepto esbozado por la curadora Carina Cagnolo, en cuanto a la idea objetivo que busca un punto de encuentro entre ambas epistemes, me parece bien fundamentado y ciertamente loable. De ahí a sostener que el trabajo Puntos cardinales de la cordobesa Irene Kopelman, su primera exposición individual en nuestro país, representa ese punto de encuentro hay un abismo.

Nadie pone en duda la amplia y reconocida trayectoria de Kopelman, que se formó en Holanda y es doctora en Bellas Artes por la Academia Finlandesa y autora de tres libros. Es loable que se esfuerce por unirse a grupos de trabajo interdisciplinarios y se interese por los métodos de las ciencias biológicas. Sin embargo, siento al recorrer Puntos Cardinales y Mesocosmos una sensación de estafa, de promesa incumplida. En mi opinión no alcanza con garabatear unos pastitos usando un lápiz duro y enmarcarlos lujosamente o pintar unos tags con acrílico y colocarlos bajo vitrina. Cuando veo esa pobreza emergen por contraste las bellísimas ilustraciones de Ulrico Schmidl, o sin remontarnos a épocas anteriores a la fotografía, las hermosas pinturas de nuestro biólogo Leonardo Galli, recientemente expuestas en el Museo de Ciencias Naturales. Esos trazos, apenas esbozados, no sirven ni a la biología ni al arte.

En otra vitrinita se acumulaban, prolijamente ordenadas, unas piedritas de colores. La naturaleza ha sabido dar bellas formas y colores a las piedritas, en casi todos los emplazamientos posibles. No sólo en playas y cordilleras descubrimos piedras caprichosamente esculpidas por el viento o el agua, sino también en el campo y aún en la ciudad. Nuestra impronta ancestral de recolectores nos hace reparar en ellas y juntarlas. Sin caer en el cliché, no dudo en afirmar que la colección de cualquiera que se interese por las piedras, será más interesante que la que me ofrece esta exposición.

En el fondo, tras el vidrio, se aprecian cuatro mini-jardines, también parte de la exposición, que representan los cuatro ambientes explorados. La jardinería siempre me ha parecido una forma de arte. La disposición de las plantas, la combinación de colores y alturas, la mano del hombre trabajando la materia viva y vegetal. La superficie intervenida es limitada, menos de un metro cuadrado, extraído de lugar en el que se realizó el trabajo. El arte consistiría entonces en el recorte realizado, en la búsqueda de una porción específica de suelo, con su cubierta vegetal, y su traslado. Dado que las plantas siguen creciendo y evolucionando, ahora fuera de su entorno, una vez más se pierde el sentido original de su traslado, el que ya no es representativo de su origen. El recorte ha cambiado en función del traslado y no de su selección. Su evolución no responde al arte ni a su biología específica.

La pieza central de la exposición lo constituye un perfil, en yeso, de una formación rocosa del lugar. El perfil se tomó por colado de yeso sobre el objeto, su forma es difusa, debido al espesor de la capa vertida. El video ilustra sobre la técnica empleada, que no tiene secreto alguno, no se llevó a cabo ningún proceso especial, ninguna preparación específica, nada que amerite filmar cómo una persona tira yeso sobre unas piedras. El perfil resultante, partido en secciones (¿será intencional? Si lo es, ¿con qué propósito?) no ha sido retrabajado más allá de esa división.

El Malba afirma que la instalación es site-specific, es decir que fue diseñada para ser exhibida en la sala 1 del museo, ubicada en el subsuelo. Si ese fuera el caso, es insoslayable la pregunta por la falta de distancia con la obra. El perfil está dispuesto de forma tal que resulta difícil rodearlo conservando una distancia específica. Sin duda hubiese sido más efectivo y práctico para el visitante si se encontrase en la sala contigua, rodeado por todos los demás materiales que hacen a la muestra. Exhibir el perfil así, despojado del marco de los trabajos que intentan explicarlo, al menos conceptualmente, es reducirlo en su enunciación.

A partir de Hegel Arte y Belleza toman caminos separados, como todos saben. El goce estético surge hoy del hacer creador humano y la lucha por fines nobles y no de un canon de belleza arbitrariamente establecido. Pero aún Dewey, que define al arte como una experiencia y a la experiencia como un hecho singular que obedece a un flujo de interacción entre la persona y el entorno, nada más amplio, hace hincapié en el rol de la emoción para que haya arte. Lamentablemente en esta exposición, la emoción es el gran ausente.

Irene Kopelman – Puntos Cardinales y Mesocosmos 2018

Malba – 08.03 al 23.07 2018

© 2019 hecho por Laura Ragucci

Todos los derechos reservados.

  • Facebook Black Round
  • Instagram Black Round
  • Twitter Black Round
  • Vimeo Black Round
bottom of page